INSTALACIÓN EN LA RESERVA PEÑAS CARGADAS
ELENA OSPITAL
ELENA OSPITAL
El proyecto que actualmente realizo en el posgrado es acerca del espacio vital íntimo, esta distancia mínima necesaria que cada ser humano, cada cultura se construye. Parto de la idea de que la ciudad nos quita nuestro espacio vital íntimo. Mi producción artística trata de llamar la atención sobre este fenómeno característico de las ciudades superpobladas contemporáneas.
El trabajo que se realizó en Real del Monte tomó lugar en un contexto totalmente diferente al de la Ciudad de México, escogí llevar a cabo mi proyecto en la reserva ecoturística Peñas Cargadas. La idea surgió al visitar el lugar, lo que me originó pensar que la problemática que trato sobre la ciudad también se podía trasladar a la naturaleza, pero desde otro punto de vista. Si la ciudad nos quita nuestro espacio vital íntimo, en la naturaleza éste se amplia sin límite, uno se siente libre, pero también muy pequeño y frágil. Por un malentendido ocurrió que me perdí por un rato en la reserva, mi reflejo fue agarrar el celular y hablar a mis compañeros, pero no había red. Después de caminar y gritar un rato, entré en pánico al verme perdida en el bosque, en vez de disfrutar de la tranquilidad y el espacio, me empecé a preocupar por como iba a regresar a Real del Monte sola, en medio de un lugar desconocido. En ese momento, sentí que mi espacio vital íntimo había explotado, que no tenía límites físicos, y al contrario de mi experiencia en la ciudad, sentí que mi burbuja era demasiado grande, no sintiéndome protegida.
Si en la ciudad necesito recrear mi membrana virtual para reivindicar el derecho a más espacio íntimo, en la reserva quise construir de nuevo mi burbuja, pero a manera de protección. Pensé en los pájaros y el nido que construyen para dar a luz y proteger a sus crías, en las diferentes formas que encuentran los animales para protegerse del afuera, aislarse del frío y del peligro. Decidí construir mi propio nido. Como los pájaros, estuve recolectando ramas y paja en el camino, hasta llegar a un lugar donde escogí para construir mi nido. El lugar escogido fue un espacio hueco en una de las rocas gigantescas, que por su ubicación esta protegido del viento y se encuentra bastante retirado para que el nido pueda mantenerse sin intrusos.
Con la ayuda de un compañero, empecé a construir la estructura del nido, sin plano previo, sintiendo poco a poco como se iba formando. En unas horas acabamos de construirlo, fue entonces cuando me quedé adentro un rato, descansando, sintiéndome protegida. Estar en el nido era lo que necesitaba en ese momento, sentir la tierra, la roca, la fuerza de la naturaleza, sentirme parte de ella. Dejé el nido en el lugar en que se construyó, como parte de mi experiencia, de mi intimidad. Volveré en unos meses al lugar a ver si el nido sigue allí, si algún animal se lo apropió o si esta destruido.
El trabajo que se realizó en Real del Monte tomó lugar en un contexto totalmente diferente al de la Ciudad de México, escogí llevar a cabo mi proyecto en la reserva ecoturística Peñas Cargadas. La idea surgió al visitar el lugar, lo que me originó pensar que la problemática que trato sobre la ciudad también se podía trasladar a la naturaleza, pero desde otro punto de vista. Si la ciudad nos quita nuestro espacio vital íntimo, en la naturaleza éste se amplia sin límite, uno se siente libre, pero también muy pequeño y frágil. Por un malentendido ocurrió que me perdí por un rato en la reserva, mi reflejo fue agarrar el celular y hablar a mis compañeros, pero no había red. Después de caminar y gritar un rato, entré en pánico al verme perdida en el bosque, en vez de disfrutar de la tranquilidad y el espacio, me empecé a preocupar por como iba a regresar a Real del Monte sola, en medio de un lugar desconocido. En ese momento, sentí que mi espacio vital íntimo había explotado, que no tenía límites físicos, y al contrario de mi experiencia en la ciudad, sentí que mi burbuja era demasiado grande, no sintiéndome protegida.
Si en la ciudad necesito recrear mi membrana virtual para reivindicar el derecho a más espacio íntimo, en la reserva quise construir de nuevo mi burbuja, pero a manera de protección. Pensé en los pájaros y el nido que construyen para dar a luz y proteger a sus crías, en las diferentes formas que encuentran los animales para protegerse del afuera, aislarse del frío y del peligro. Decidí construir mi propio nido. Como los pájaros, estuve recolectando ramas y paja en el camino, hasta llegar a un lugar donde escogí para construir mi nido. El lugar escogido fue un espacio hueco en una de las rocas gigantescas, que por su ubicación esta protegido del viento y se encuentra bastante retirado para que el nido pueda mantenerse sin intrusos.
Con la ayuda de un compañero, empecé a construir la estructura del nido, sin plano previo, sintiendo poco a poco como se iba formando. En unas horas acabamos de construirlo, fue entonces cuando me quedé adentro un rato, descansando, sintiéndome protegida. Estar en el nido era lo que necesitaba en ese momento, sentir la tierra, la roca, la fuerza de la naturaleza, sentirme parte de ella. Dejé el nido en el lugar en que se construyó, como parte de mi experiencia, de mi intimidad. Volveré en unos meses al lugar a ver si el nido sigue allí, si algún animal se lo apropió o si esta destruido.